
Me gusta vivir en Elche, y pasear por sus calles. Llegar a la Plaça Baix y ver las dos palmeras que, como guardianes, dan entrada al edificio del Ayuntamiento. Entrar al Mercado Central, donde pasé gran parte de mi niñez jugando y corriendo por las calles circundantes. Me gusta la Plaza del Congreso Eucarístico, desde donde se puede ver la Basílica de Santa María, el Palacio de Altamira y la Calahorra. Me gusta la Glorieta, donde recuerdo que mis padres me llevaban a ver el Belén en Navidad o a jugar en carnavales disfrazado de espadachín. Me gusta el Gran Teatro. Me gusta el Raval. Me gusta el puente de la Virgen y el de Canalejas. Me gusta la calle Juan Ramón Jiménez, que huele a cariño, a arroz caldoso los viernes a medio día y a un beso de despedida.
Me gustan los ilicitanos orgullosos de su ciudad y que aprecian el sabor a pueblo. Me gusta que todos nos conozcamos y que nos saludemos por sus calles, y me gusta saber que no todos nos conocemos porque es una ciudad grande. Me gustan el espíritu trabajador y el emprendedor de las gentes de Elche.
Me gusta el Misteri, en el que me colaba cuando aún no sabía apreciar la obra en su totalidad, y con el que me sigo emocionando con cada uno de sus pasajes: la llegada del Cortejo, la bajada del Ángel, el Apostolado, el Ternari, la Judiada, la Coronación...
Me gustan las palmeras de Elche, a las que todos los niños que hemos crecido aquí hemos intentado subirnos en alguna ocasión, o balancearnos con las palmas de las más pequeñas, o grabar cualquier cosa en sus tabalas. Me gusta pensar que ellas estoicamente nos han aguantado.
Me gusta la Venida de la Virgen y su Romería. Tantas noches velando a nuestra Patrona, durmiendo en el coche en la puerta de la Ermita de Santa Pola.
Me gustan los Moros y Cristianos, ¡como no!. El ambiente familiar que se consigue en kabilas y cuartelillos, la música en la calle, mañaneros con ojos en la noche anterior, comidas para muchos, amigos de agosto a febrero y de febrero a agosto, trabajo de un año para disfrutar unos días y disfrute de un año para que se vea en agosto.
Me gusta que el día 13 de agosto se haga de día a las 12 de la noche, el olor a pólvora, los chorretes de sandía, el "aromas ilicitanos" entonado en terrazas cuando todavía no se ha apagado el resplandor de nuestras pupilas.
Me gusta el Domingo de Ramos con sus palmas blancas por las calles, los más pequeños orgullosos de sus broches de palma, y a las madres satisfechas con los estrenos de la familia.
Me gustan las Aleluyas, ver una alfombra de papel con imágenes de la Virgen de la Asunción y del Cristo Resucitado, y a los niños con las manos alzadas como apóstoles en el andador, para coger la última que cae, y después en el suelo para tener más que el de al lado.
Me gusta Elche y me gustan sus gentes, la "gent del poble". Y me gusta que guste.
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