sábado, 26 de mayo de 2012

Estimada Sra. Bankia.

Estimada Sra. Bankia,
me dirijo a Ud. sin la más mínima intención de que me lea, escuche, y que ni siquiera le importe lo más mínimo mi opinión. Pero no me voy a quedar con las ganas de decirle, en este caso de escribirle, cuatro cosas que pienso. A lo mejor son cinco.

Nuestra historia juntos empezó cuando hace unos años, tuve la idea de comprarme un piso, y resultó que la hipoteca que tenía el que quería, o me podía permitir, estaba surrogada con Bancaja.
Si quería dicha vivienda, tenía que pasar por el aro. Y darle las gracias.
Pero no solo eso: como Ud. necesitaba garantías de cobrar, me ofreció la posibilidad de que mis padres me avalaran. Y le di las gracias por la idea.
Me obligaron también a suscribir un seguro de vida, que según Ud., aseguraba a mis posibles herederos la tranquilidad si me pasara algo. Y le di las gracias por pensar en mis descendientes en caso de deceso.
Me "propuso" traerme el resto de mis cuentas, nómina, recibos domiciliados y demás pagos bancarios a su casa, porque así sería más fácil que me aceptaran la hipoteca. Y volví a darle las gracias por la oportunidad.
Me regalaron un boli.
En una ocasión me quedé sin saldo en la cuenta, me llegó un pago de teléfono de cuatro mil y pico pesetas, y una de sus empleadas me llamó muy amablemente para comunicarme que lo iban a pagar, pero que no se volviera a repetir. Colgué el teléfono justo después de darle las gracias por cobrarme tan solo los abusivos intereses de un día.
Desde entonces llevo pagando puntualmente. Puntualmente llevo pagándole intereses, porque de lo que es la vivienda apenas habré reducido un veinte por ciento. Y darle las gracias por haberme prestado el dinero.
Un tiempo después me regalaron un boli.
Fin del acto primero.

Después de unos años, tuve suerte, y pude ahorrar una cantidad mínima de dinero. Cantidad que a Ud. no le parecía suficiente para pagarme en un plazo fijo unos intereses iguales a los que yo le pagaba por la hipoteca. Por lo que me ofreció un producto (interno) mejor: unas acciones preferentes, que al cabo de poco tiempo me darían más rentabilidad que un plazo fijo. Me hizo firmar unos papeles que, muy amablemente, me fue explicando, y que cualquiera que no ha estudiado económicas y/o ha hecho un máster en inversiones financieras, es incapaz de entender (y aquí no eximo mi responsabilidad de nada). Pero si me quedo con una frase que me dijo uno de sus adiestrados empleados: Salva, si una empresa como Bancaja (luego Bankia) no puede hacer frente a unos pagos tan pequeños, apaga y vamonos... Por lo que decidí irme de la sucursal con una sonrisa en la boca por mi inversión, eso sí, no sin antes darle las gracias por ser uno de los elegidos para sus productos internos para clientes preferentes...
Poco después hubo una fusión, y de las entrañas de Bancaja, Caja Madrid y algunas rémoras más nació... ¡BANKIA!
Cambiaron la imagen corporativa, y me regalaron una caja de bolis que iban a tirar por ser de Bancaja y estar obsoletos.
Salió Ud. a bolsa, y a los clientes de siempre nos ofrecieron la oportunidad de comprar a un precio excepcional, las primeras acciones.
Y compré un poco. Y me regalaron un boli. De Bankia.
Fin del acto segundo.

Poco tiempo después pasa lo que pasa.
El producto interno que era una maravilla, resulta ser un bluff, que se convierte en acciones que no podrás cobrar para poder recuperar el cien por cien del valor. Recuperarlo en acciones. Por supuesto. Acciones que siguen bajando junto a las otras que compré por voluntad propia.
Después de muchas semanas de noticias desastrosas, bajadas de bolsa, dimisiones de directivos, ayudas del Gobierno, me entero que Ud. había falseado las cuentas de 2011. Y que lo que eran ganancias, ahora son pérdidas mucho mayores.
Al mismo tiempo que me dicen que Bankia sigue siendo de fiar, me entero que piden unas ayudas que llevan muchos ceros. Pero piden tranquilidad al usuario, y le dicen que confíen en Ud. Que es una entidad segura.
¿Segura?
Sra. Bankia, deje de leer porque le voy a faltar al respeto: VÁYASE A LA MIERDA. Gracias.
Además, como quieren que confíe en Ud. si ni siquiera ha tenido ahora la decencia de regalarme un puto boli últimamente.
Se despide de Ud. atentamente, un (ex)cliente jodido, engañado, humillado y puteado única y exclusivamente por Ud. y su gestión.


scb

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